Por: Amalio A. Rey
La mano invisible de la participación es un filtro eficaz para innovar solo si se concibe dentro de una arquitectura (inteligente) de interacciones. Partiendo de esta premisa, el artículo explica cuatro pilares o retos de diseño para construir “espacios sociales de innovación” (ESIs) basados en iniciativas 2.0: 1) Convocatoria, 2) Estructura, 3) Filtrado, 4) Síntesis. Reflexiona también sobre qué motivaciones mueven a la gente a participar, e identifica aquellas actividades o tareas que son más propicias para desplegar modelos participativos.
¿Qué explica que algunos proyectos participativos funcionen mejor que otros? ¿Hay patrones en ese comportamiento colectivo que nos sirvan para diseñar mejor las iniciativas 2.0?
La interacción creativa entre personas es la energía vital que transforma las ideas en valor. A más puntos de contacto, más interacción y en principio, más innovación.
Paso a enumerar algunos principios que, según mi experiencia, tendríamos que respetar en el diseño de iniciativas participativas tipo 2.0, o de los llamados “Espacios Sociales de Innovación” (ESIs):
- Creer en la participación, con todas sus consecuencias, y sabiendo que es un proceso difícil y no exento de dificultades.
- Tener paciencia, no exigir resultados demasiado rápido, dejar que el aprendizaje cale hasta convertirse en una práctica natural y gratificante. Estar preparados y avisar que “las cosas empeoran antes de mejorar” porque una innovación así contraviene rutinas, genera incertidumbre, y siempre se cobra algún peaje al principio.
- Conseguir el máximo de simplicidad en los “inputs conversacionales” para que no nos intimide participar y los sistemas de inteligencia colectiva puedan procesar esos inputs.
- Lograr una correspondencia entre “desafío” y “habilidades”. Si el tema es técnicamente complejo, entonces la participación tendrá que ser selectiva, activando algún filtro que permita entrar solo a aquellos que realmente aporten valor porque saben del tema.
- Diseñar “arquitecturas participativas” (canales, herramientas y mensajes) que sirvan para generar dinámicas meritocráticas, que ayuden a separar el ruido de la melodía.
- Buscar un equilibrio sutil entre libertad y responsabilidad, a través de lógicas de auto-regulación (Bottom-up) que eviten la clásica intervención (Top-Down).
- Concebir modelos de interacción que den cabida a distintos grados de implicación. El flujo de “tareas” debe granularse para que cada cual participe según su disposición, y se implique en la medida que pueda.
Es lo que hago a veces con mi hijo cuando no le doy tiempo a que falle lo suficiente para aprender por sí mismo, a valerse de forma autónoma. Me digo “ves, no puedo darle tanta libertad” y termino coartando su aprendizaje cuando era solo una cuestión de tiempo, de haber sabido esperar a que genere esas habilidades que no tenía. Con las iniciativas colectivas pasa lo mismo. Tener paciencia es algo fundamental.
Una eficaz “arquitectura de participación” se cimenta en cuatro pilares, que hay que levantar con criterio, para que el edificio se sostenga en el tiempo. Estos pilares son una prioridad a la hora de diseñar espacios sociales de innovación (ESIs) basados en iniciativas 2.0:
La calidad es hija de la cantidad, así que una iniciativa 2.0 necesita contar con altos índices de participación para que produzca buenos resultados. A más gente en la base de la pirámide, mejores ideas llegan arriba.
Hay que responder cuestiones como estas: ¿qué mueve a la gente a participar? ¿por qué va a “sacrificar” su tiempo en este proyecto? ¿qué puedo hacer para conectar con sus motivaciones?
Aquí conviene cuidar lo que un amigo llama el “Efecto Bareto”, y que viene a decir: “si el sitio está vacío, no va a entrar nadie”. Este es un problema común que explica el fracaso de muchas iniciativas 2.0 que se publican vacías a la espera de que se apunte la gente.
Para romper el círculo vicioso, es necesario crear primero una masa crítica de “trabajo-ya-hecho” que atraiga a los usuarios, o siguiendo el símil anterior, invitar a amigos de confianza a que vengan primero a animar el bar para que el resto se atreva a entrar.
Una vez que conseguimos que la gente visite el proyecto, le motive la propuesta, y quiera “jugar”; tenemos que ofrecerles un espacio bien concebido, donde las interacciones se perciban de forma intuitiva y les inviten a realizar tareas.
Los espacios sociales de innovación necesitan de una estructura, una organización temática y un diseño de interacciones que hagan al visitante sentirse pronto en un territorio familiar.
Suponiendo que ya hemos conseguido un nivel de visitas alto, y que los usuarios muestran un grado de interacción elevado, es decir, que “participan” de verdad; el siguiente requisito es que la información y el conocimiento generado se filtren de algún modo.
Nos guste o no, el éxito de los ESIs depende no solo de la creatividad y el ingenio de los participantes, sino también del rigor y la eficiencia con que se filtren las contribuciones. La arquitectura aquí debe prever algún “sistema de reputación colectivo” que ayude a generar lógicas meritocráticas, evitando así el populismo o la mediocridad basados solo en la cantidad o las mayorías planas.
El filtrado de las buenas ideas es condición necesaria pero no suficiente para extraer valor de los espacios participativos. La arquitectura de los ESIs debe dotarse también de “capacidad de síntesis y agregación”.
Para que eso se consiga, el sistema debe modelar interacciones (concebir “algoritmos participativos”, en palabras de Dolors Reig) que contribuyan a traducir la dialéctica colectiva en decisiones concretas y en soluciones de más valor que las opiniones aisladas.
Por eso James Surowiecki insiste en que tiene que haber un mecanismo que integre y sintetice las aportaciones individuales y las convierta en un resultado colectivo: “It needs a way of summarizing people's opinions into one collective verdict”.
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Me ha interesado el artículo y quisiera aportar algunas ideas con respecto a la expresión con que se inicia el mismo, a saber: “Pero la mano invisible de la participación es un filtro eficaz para innovar solo si se concibe dentro de una arquitectura (inteligente) de interacciones...”, que pudiera entrar en contradicción con el mensaje que me parece quiere trasmitir el autor.
Es evidente que el término "la mano invisible" tiene como precedente a A. Smith, quien lo acuñara con respecto al mercado, pero si de participación se trata, sostengo el criterio de que el uso del mismo puede conducir hacia una idea más bien restrictiva, es decir, puede conllevar a que se entienda la participación como algo determinado por unos condicionantes como por ejemplo la espontaneidad, lo que no es malo por sí mismo, ya que esa es una faceta no despreciable de los procesos participativos. Sin embargo, Chandler –en contraposición a A. Smith– se refirió a la mano visible para describir el papel de la gerencia o dirección en los resultados de los grandes sistemas, complejos industriales y empresas americanas, y me parece que para considerar todo lo relativo a los procesos de participación, habría que tener en cuenta ambas facetas, o sea, se podría hablar de la mano invisible y también de la mano visible, lo que yo enfatizaría en mayor medida.
Soy del criterio de que la mano visible es esencial para promover y propiciar los procesos participativos, lo que complementa las ideas del autor del artículo y refuerza la afirmación de que la participación “es un filtro eficaz solo si se concibe dentro de una arquitectura (inteligente) de interacciones” porque precisamente esa arquitectura no puede dejarse a los avatares de la mano invisible, sino que habría que gestionarla, encausarla, coordinarla, modularla, etc. a través de la mano visible para poder alcanzar los objetivos que se derivarían de las interacciones, y la filosofía que me ha trasmitido el artículo va más en esa dirección que en la de la mano invisible...
Hola, Alberto:
Primero que todo, gracias por enviarnos tu comentario. Me alegro que te haya interesado el artículo.
Entrando ya en tu reflexión, te diré que cuando digo "la mano invisible de la participación" quiero referirme a esa parte intangible, emergente y no "gestionada" que emana del esfuerzo voluntario de participar. En efecto, me inspira Adam Smith en el sentido de que el "optimo social" se consigue a traves de la interacción espontanea de los individuos.
Pero eso no entra en contradicción con la necesidad que defendemos en el artículo de diseñar una "arquitectura" que favorezca ese funcionamiento aparentemente espontaneo y emergente. La "arquitectura" lo que hace es crear un espacio flexible y abierto a la participación, pero no interviene directamente, ni la manipula.
Mucho me temo que si destacamos más, como sugieres, la "mano visible", entonces estamos hablando de intervención directa y gestión tradicional del tipo "oye, venga, participa, debes o tienes que hacerlo".
Lo que quiero decir es que mientras mas invisible sea la mano-de-la-gestión, es mejor. Como ocurre con los buenos arbitros que saben canalizar el juego sin convertirse en protagonistas. Los buenos arbitros lo hacen tan bien que "desaparecen" de los partidos.
Prefiero la autorregulación, pero para que eso se produzca, debes crear las condiciones, diseñar esa "arquitectura" que lo propicie. Una vez que se despliega, si se ha hecho bien, las interacciones hacen el resto.
Lo mismo estamos hablando de lo mismo pero con distinta semántica.
Gracias por la reflexión.
Amalio
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